Autor: Fátima Makki
Teclea la palabra ‘Islam’ en Google search y los resultados obtenidos mostrarán una variedad de imágenes, videos, noticias y artículos, inclusive académicos, sobre lo violento y retrógrada que es el Islam. Las imágenes pueden incluir fotos absurdas de hombres con camisas ensangrentadas golpeándose la cabeza y espaldas con cuchillos; u hombres armados y encapuchados con una gran barba, un turbante y cargados de fusiles, cinturones explosivos y chalecos suicidas; por no hablar también de mujeres cubiertas en tela negra ocultando el rostro y dejando al descubierto solo los ojos.
Frente a tales nociones inquietantes uno en última instancia se pregunta: ¿Es el Islam una fe violenta? ¿Será posible que una religión de origen divino, cuyos seguidores son más de 1,5 mil millones en todo el mundo, sea agresiva, retrógrada e inculta? Hechos y cifras han demostrado que tales suposiciones son precarias. La religión supuestamente ‘sedienta de sangre’ como llaman al Islam es en realidad una que promueve la tolerancia, la paz y la fraternidad.
En cuanto al número de seguidores de la fe islámica, el más de un billón de seguidores comprende cada raza, etnia y grupo tradicional imaginable y también una multiplicidad de escuelas de interpretación. También, para hablar acerca de una religión, los expertos en relaciones internacionales requieren un poco más de bases y conocimiento de fondo que una breve charla trivial. Desafortunadamente varios de los llamados “expertos” están apenas calificados para hablar del Islam.
El doctor Juan Cole, del Colegio Richard P. Mitchell y profesor de historia en la Universidad de Michigan, señala en una reciente entrada en su blog que contrariamente a lo alegado por fanáticos como Bill Maher (presentador de televisión estadounidense y comentarista político que piensa en el Islam como una religión que «mata cuando no está de acuerdo con ella»), los musulmanes no son más violentos que las personas de otras religiones. La tasa de asesinatos en la mayor parte del mundo musulmán es más baja que la de los Estados Unidos, por citar un ejemplo; y puntualiza que la violencia política desatada en las naciones cristianas de Europa durante las guerras mundiales, excede por mucho cualquier tipo de violencia que los musulmanes hayan generado. Esto ocurrió en nombre del nacionalismo, pero ¿qué tan lejos está esto de la religiosidad?
Señala para ello a modo de ejemplo que la iglesia sueca es una iglesia nacional y pregunta: ¿España está realmente desconectada del catolicismo? ¿La iglesia y los sentimientos de Francisco Franco hacia ella no jugaron ningún papel en la guerra civil? Y lo que es más curioso: mucha de la violencia generada entre musulmanes es impulsada por distintas formas de nacionalismo también.
Si bien esto no niega que existen extremistas que son musulmanes, las preguntas que la gente hace sobre el Islam deben ser reexaminadas desde la perspectiva de si están buscando una comprensión real o sólo buscan generar polémica. El discurso relativo a la religión musulmana a menudo se mezcla con la política, y creo que hay que disociar las enseñanzas religiosas del Islam, de las acciones políticas de los gobiernos musulmanes para conseguir entender claramente lo que está sucediendo hoy en día. Esto hace toda la diferencia.
En realidad no se trata de si una religión es más violenta que otra, sino sobre si nuestra comprensión de estos asuntos es clara o está sesgada de acuerdo a nuestros propios intereses y visión del mundo. También hay que recordar, como uno de mis maestros favoritos solían decir: «¿Estás realmente buscando la verdad, o en busca de pruebas para validar tus creencias existentes?»